A propósito de las festividades de Navidad y Año Nuevo, Diario El Comercio ha publicado el artículo «Mesas de la noche buena en Ecuador», escrito por Julio Pazos Barrera, querido miembro de nuestro Grupo América.

A través de un viaje con un ángel goloso, Julio nos conduce a deleitar los platos tradicionales de distintos lugares de nuestro país. Y, al final del recorrido, ese ángel goloso nos envía un cariñoso saludo a todos los socios y socias del Grupo América. Muy lindo detalle, el cual le agradecemos a Julio.

Compartimos el artículo completo:

Mesas de la nochebuena en Ecuador

Amigas y amigos, aunque ustedes no lo crean, les comunico que me encontré, en el camino, con un ángel goloso. Me acompañó a Vilcabamba y en la puerta de la iglesia quitó la hoja de achira y me puso en la boca un terso tamal lojano, de esa masa de maíz blanco remojado durante dos días.

Fui a parar, al amparo de las alas del ángel goloso, exactamente, en el comedor del Carmen de la Asunción de Cuenca y su espigada monja superiora nos agasajó con un tamal de gallina y un vaso de agua de pítimas. Una vez dadas las gracias, fuimos a parar en el comedor del párroco de Chillanes.

Del almuerzo, solo diré que el tamal lampreado y envuelto en hojas de pusse fue una gloria digna de la mesa de algún arcángel. Entonces se le ocurrió al ángel comparar los buñuelos de maíz al horno de Riobamba con los de Baños de Agua Santa y la comparación fue inútil, porque eran idénticos; ese suspiro de anís, el toque de la manteca de puerco y, sobre todo, la textura crocante, resultaban aires incomparables.

El ángel empapó dos buñuelos con miel de hoja de higo y se los comió. En Quito fuimos a dos lugares: a una casa en la que, según el ángel, su dueña confeccionaba unos tamales de papa que, rellenos con piltrafas de pollo, recordaban los de la cocina de santa Teresa de Ávila. El otro sitio era el refectorio del Carmen de San José o Carmen Alto; aquí, dijo el ángel, se hacen los mejores pristiños.

Aprovecha, insistió, porque son exclusivos y solo se preparan para la Navidad de la comunidad. El ángel me extendió su mano y en un dos por tres estuvimos en Tulcán. Mira, dijo, estos son los mejores buñuelos del país y se llaman buñuelos de añejo. Se hacen con morocho blanco añejado con agua caliente durante un mes, lavado hasta que pierda el mal olor, molido y cernido con agua hasta que se asiente la fécula. Se cocina la fécula con agua hasta formar una masa cauchosa. El punto de la masa es el rebote de una bolita lanzada al piso; luego se suelta la masa con huevos hasta que adquiera la textura de mantequilla. La porción se mide con la mano y se la dora en manteca muy caliente.

La miel es de panela con especias. El arte de estos buñuelos pertenece a la familia Cárdenas-Obando. Como dicen las personas de cuarta edad, ¡oh, qué maravilla!

El ángel goloso pidió a los buñueleros seis cajas de buñuelos para llevarlas a los colegas de seis coros porque los tres primeros solo se alimentan con la luz divina. Entonces, puso las etiquetas en las cajas: Dominaciones, Virtudes, Potestades, Principados, Arcángeles y Ángeles. Mi ángel goloso me extendió la mano y me condujo a Cumbayá. Saluda de mi parte, dijo, a las socias y los socios de la Corporación Cultural Grupo América.

El link a la nota original:

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